viernes, 26 de noviembre de 2010

La puerta y la ventana (César Bunster).

La puerta. -(Ala ventana.) Buenos días hermana. Dura noche ha sido esta, ¿verdad? el invierno es cruel con nosotras... si no estuviéramos en la calle, acaso nos mordieran menos los dientes del frío.¡y apenas comienza a amanecer! ¿no me contestas? ¿no has despertado todavía?
La ventana. -despierta estoy y un sudor helado me empaña la visión. Pero ¿por qué me llamas hermana? te he dicho que ese tratamiento no me place.Yo te digo vecina, y es más propio.
La puerta. -eres orgullosa. Cierto que, como te gozas en repetírmelo, estás a mayor altura que yo sobre la tierra; pero, ¿no hay entre nosotras un estrecho parentesco?
La ventana. - ¿Cómo ha de haberlo? el mismo que podría existir entre la serpiente que rapta eternamente por el suelo y la mariposa que va de flor en flor, rehuyendo siempre el contacto directo por la tierra...
La puerta. -Te ruego no alzar tanto la voz. Veo con dolor que eres superficial. Cifras tus aires de superioridad en la decisión del arquitecto que te ubicó un metro más arriba del nivel de la calle...¡y yo sé de la vida tanto o más que tú!
La ventana. -Te equivocas. Me obligas a desirte que hay entre nosotras diferencias capitales. La superficialidad que me atribuyes más te acomoda a ti, porque piensas poco y has visto mucho menos que yo. El prodigarse demaciado conduce a la vulgaridad. ¿me enttiendes? mientras tu destinoes que todo el mundo te pisotee, yo me reservo para las grandes ocaciones...
La puerta. -Tu engreimiento te hace discurrir en forma que tus jactanciosas palabras te traicionan. Te confiesas sencillamente egoísta.
La ventana. - ¿egoísta? eres tú entonces quien discurre con ligereza. Por el contrario,  soy notoriamente generosa. Nada me reservo para mí, todo lo entrego a los demás. sin ir más lejos, mi dueño disfrutó ayer un paisaje hermosísimo, a través de mis pupílas transparentes que no tienen secretos para nadie.
La puerta. - Habla más despacio; te lo suplico. Sin embargo, anoche, mientras yo descanzaba, te hacías complice de un secreto. Un galán te halagó  con un golpecito cariñoso y en el acto consentiste en que la niña de la casa sostubiera en tu regazo una plática amorosa.
La ventana. -¿ y qué? ya te dije que me reservo para las grandes ocaciones. Por algo me han cantado romanticos poemas. Tú,  en cambio, nada puedes hacer valer en tu favor. Eres prosaica, dura, cerrada a toda solicitación de la delicadeza del corazón...
La puerta. - ¿Quieres bajar un poco más la voz? un pobre hombre esta durmiendo a mis pies...

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